Por mucho tiempo me he preguntado qué es lo que llamamos fuerza interior. La pregunta es muy difícil de contestar, pero es importante aproximarse a la respuesta. Entre otras porque la vida nos va a poner muchas veces en situaciones en que necesitaremos desplegarla.
El primer análisis que hago gira en torno a si la Fuerza Interior (FI) es algo que sólo poseen algunas personas. O si es algo que potencialmente todos tenemos. De entrada para mí, es muy claro que es lo segundo. Pero de ahí surge otra pregunta: ¿por qué no siempre la desplegamos? Como toda buena pregunta, lo que menos importa es encontrar la respuesta, sino entender la pregunta. Mi primera aproximación es que en general y mientras nos es posible, nos tendemos a situar en zonas de confort. Esto es muy lógico. Al ser humano le gusta el confort, y eso está bien. Pero la tendencia a quedarnos en zonas de confort es lo que lleva a que dejemos de luchar, y así, la vida no nos obliga a que busquemos en nuestro interior la FI. Todos la tenemos en potencia….la capacidad de luchar en la adversidad, de sobreponernos, de ser resilientes. Es algo propio del ser humano. Quizá ello está anclado en nuestra genética, pues nos hace aptos para la supervivencia. Entonces, el asunto crítico es como desplegarla siempre, cómo aprovechar esta facultad que nos da el simple hecho de ser “humanos”?
Somos en alto grado resilientes. Y esta facultad se puede desarrollar. En general tenemos mucha más fuerza en nosotros de lo que nos damos cuenta. Pero usualmente está solo sale en condiciones de adversidad extrema. Y sin embargo, no es esta la única circunstancia en que la FI surge. Creo que crecer como persona requiere un proceso de expansión permanente de nuestras zonas de confort, en las que usualmente caemos, y de aprovechar las crisis que la vida nos pone en el camino.
Voy a adentrarme en el análisis de cuando surge la FI, para luego analizar un poco estas circunstancias. Básicamente categorizo tres situaciones diferentes: dos ‘negativas’ y una ‘positiva’. Las dos primeras corresponden a la ya mencionada adversidad extrema y a tener grandes limitaciones (por ejemplo, físicas). Y la otra corresponde a cuando la persona persigue con ahínco altos estándares de excelencia (por ejemplo, un campeón olímpico). En futuros blogs tratare cada uno.
Baste por ahora plantear una hipótesis: en general el verbo a conjugar es LUCHAR. El verbo que no se puede dejar de conjugar. Con esta base terminó con una excelente frase de Nietzche: “lo que no me mata me hace más fuerte”.