Elizabeth Lesser, en su libro “Broken Open: How Difficult Times Can Help Us Grow”, inicia la introducción con una frase que denota una gran paradoja: “qué extraño que la naturaleza de la vida es el cambio, mientras que la naturaleza de los seres humanos es resistir el cambio”. 

El cambio es la constante de la vida. Cambiamos permanentemente. Hay cambios que escogemos y cambios que nos llegan; mientras los primeros son más racionales y planificados (ejemplo, cambio de trabajo, mudanza de ciudad), los segundos suelen ser más emocionales, producen efectos más profundos y duraderos, y nos pueden ANCLAR o LIBERAR. La adversidad, analizada en blogs previos, puede entenderse como un prototipo de cambios que nos ‘llegan’.

El tema crucial del cambio es que nos ofrece OPCIONES. Podemos resistirlo, o aceptarlo y crecer con este. Analizaré a continuación dos opciones opuestas ante la situación traumática: el Síndrome de Estrés Post Traumático (SEPT), y su antítesis, el Crecimiento Post Traumático (CPT). Ante un evento traumático, aproximadamente 25 % de las personas exhiben SEPT, mientras otro 25% exhiben CPT. El SEPT es cuando el estres derivado del trauma le hace daño a la persona y a quienes lo rodean. Tal vez un buen ejemplo sea el de los soldados que se desbalanceban emocionalmente al volver de la guerra del Vietnam. En casos de SEPT se dan síntomas como ‘flashbacks’ (sentimiento de que el evento traumático está sucediendo de nuevo), dificultad para dormir y pesadillas, sentimientos de soledad, explosiones de ira, y sentimientos de culpa, preocupación o tristeza. 

Por otro lado está el CPT que es cuando el alto estrés de la situación traumática hace crecer a la persona. Ello implica ir más allá del efecto positivo que genera el estrés: implica crecer. Si bien parece que este crecimiento es más subjetivo qué objetivo, es interesante analizar las explicaciones que se dan al por qué se crece: se re definen las relaciones (la adversidad actúa como filtro…por ejemplo, separa los ‘buenos’ de los ‘malos amigos’), LA PERSONA SE DA CUENTA DE QUE TIENE MÁS RECURSOS DE LOS QUE CREÍA TENER (fuerza), y esto le cambia el concepto de sí mismo; y, el trauma cambia las prioridades y la filosofía de vida hacia vivir el presente. 

En este punto surge la pregunta de si se requiere de la adversidad para crecer. La respuesta  parece clara: no. Crecer puede ser también del tipo de cambio que escogemos. 

Cuando se presenta el cambio “que nos llega”, es cuando juega un papel vital la resiliencia, concepto apasionante pues aplica a ecosistemas, sociedades, comunidades, empresas, personas……citó la definición que da A. Zolli (de dónde sale la frase del encabezado), en su libro “Resilience: Why Things Bounce Back”: “Resiliencia es la capacidad de un sistema, empresa o persona de mantener su propósito central e integridad frente a circunstancias dramáticamente cambiantes”. Para la Psicología consiste en la capacidad de un individuo de lidiar con el trauma. Los estudios muestran consistentemente resultados cómo: es mucho más común en las personas de lo que se cree o espera, es enseñable (ojo padres), depende de hábitos mentales que se pueden cultivar y cambiar, y, se asocia a variables como la confianza y el optimismo.

También se habla del concepto relacionado a la resiliencia, el de Robustez, que sería un sistema de creencias y pensamientos caracterizado por tres principios básicos:

  • Creencia de que uno puede encontrar un propósito en la vida
  • Creencia de que uno puede influenciar su entorno y el resultado de los eventos (EMPODERAMIENTO)
  • Creencia de que tanto las experiencias positivas como las negativas llevan al aprendizaje y el crecimiento.

Finalmente, se habla de un precursor de la resiliencia, la adaptabilidad, que implica:

  • Aceptar los cambios y sacarles provecho
  • Fluir en las circunstancias cambiantes
  • Mantener vivo el entusiasmo

La esencia de la adaptabilidad es entender que hay circunstancias que no podemos controlar, pero que lo que sí podemos controlar es la forma como nos relacionamos con estas circunstancias o eventos. Para lo cual debemos ante todo asumir la responsabilidad por nostotros mismos, en vez de ‘echarle la culpa a los demás o al destino’.

La conclusión es entonces simple: las personas tenemos los recursos para ser resilientes. Las actitudes ante el cambio y ante las circunstancias que se nos presenten en la vida, serán determinantes. Para cerrar vuelvo a una frase citada en blog anterior, de Víctor Frankl: “Al hombre se le puede arrebatar todo salvo una sola cosa: la última de las libertades humanas – la elección de la actitud personal ante un conjunto de circunstancias – para decidir su propio camino”.