Empiezo este blog explicando el por qué de la foto. Muy simple, para citar una frase del gran dramaturgo inglés: “Se fiel a ti mismo”.
Utilizo mucho un modelo muy simple, que consiste en diferenciar entre dos mundos que siempre se complementan: el mundo interno y el mundo externo. Digo que el primero es todo lo que hay y ocurre dentro del individuo: conceptos, creencias, sentimientos, emociones, etc….Y el externo es todo lo que ocurre fuera de este: circunstancias, relaciones, etc. Y el límite entre los dos, que llamo “las membranas”, es en sí mismo el significado, o mejor, el proceso de dar significado.
El punto es que podemos entonces distinguir entre variables internas y externas. Me explico. Tomemos por ejemplo la aprobación: la hay externa (de los demás) e interna (de sí mismo). La presión (externa, la que se origina fuera de uno, e interna, la que uno ejerce sobre sí mismo; por ejemplo, “no puedo fallar”). El afecto (interno: auto estima; externo: estima de otros). Y en el caso particular, la valoración, que habría interna y externa.
En general, y creo que es un poco el drama del ser humano, nos enfocamos en controlar el mundo externo, lo que pasa fuera de nosotros y nos afecta. En sí misma esta sería la esencia de la motivación del poder. Lo paradójico es que por poderosos que seamos, nuestra capacidad de controlar el mundo externo es limitada. Un ejemplo: soy multimillonario, y no puedo hacer que mi hijo no muera de cáncer, o, (también soy otro multimillonario y) no puedo hacer nada para no vivir en una silla de ruedas luego de un accidente en una piscina….
Por otro lado, en donde tenemos poder para actuar, ilimitado, y donde solo nosotros tenemos este poder (salvo que lo deleguemos en otros), es en nuestro interior (mundo interno). Y potencialmente este control es ilimitado. Creo que esto lo conoce bien el artista marcial consumado. Y este poder, esta posibilidad de controlar nuestro mundo interior, es en últimas de lo que se trata la calidad de la relación consigo mismo. No dejo de señalar que este concepto es muy similar al de Círculos de Control y Círculos de Preocupación, de Stephen Covey, a quien admiro por su gran inteligencia para transmitir conceptos clave en términos muy simples. De hecho, una definición de sabiduría que me gusta mucho es “la capacidad de reducir a simple lo complejo”.
Centrémonos en la asignación de valor a nosotros mismos. Podemos diferenciar dos casos, que se abren cada uno en dos: valor interno y valor externo, cada uno pudiéndose abrir en “existente ” o “no existente”. Tendríamos entonces cuatro casos:
- No hay valoración interna ni externa: acá se daría la depresión, la soledad afectiva, los vacíos….
- No hay valoración interna pero si externa: creo que este es el caso patético de la fama, donde a pesar de la mucha valoración de otros, se dan casos como el artista que se hunde en la drogadicción, pues sus vacíos existenciales nunca compensan suficientemente. A pesar del enorme “afecto” que le tienen las masas….
- Hay valoración interna y externa: sin duda, el óptimo. Pero, “garantice siempre” que se da esto….
- Hay valoración interna pero no externa: sin ser óptimo, es lo que permite navegar “aguas turbulentas”. La ventaja frente a los demás, es que potencialmente nunca se pierde.
Creo entonces que el concepto crucial es que como seres humanos, VALEMOS POR DEFINICIÓN (porque sí, por ser uno, sin necesidad de cumplir condiciones). Este valor nos lo pueden dar o ratificar otros (valoración externa), pero esencialmente depende de nosotros mismos. Es ideal si se dan ambos casos de valoración, interna y externa, pero en caso de faltar una, debería ser la externa. El proceso de asignarnos valor entonces es lo que llamo la validación de nosotros mismos. Como siempre, la pregunta clave es de qué hacemos que este proceso dependa?
Para el análisis, debo comentar primero un tema que está ligado al procesamiento de información. Las fases más avanzadas de este son la comprensión y el juicio, de cualquier fenómeno. Teóricamente, la comprensión debería anteceder al juicio. Es decir, no deberíamos juzgar aquello que no hemos entendido. El juicio es en sí mismo un proceso de valoración, una calificación. El gran lío es que en lo social, en lo que hace al ser humano, suele pasar absolutamente todo lo contrario: anteponemos el juicio a la comprensión. Esta es la base de algo que ha hecho enorme daño a la humanidad, el prejuicio (ejemplos: KKK, Holocausto).
Lo dramático ocurre cuando hacemos esto con nosotros mismos. Que es lo que ocurre cuando en la DEFINICIÓN de uno mismo, se llena (uno) de calificativos. Por ejemplo: (primero cito el polo positivo del calificativo, luego el negativo): bonit@, fe@; inteligente, brut@; alt@, bajit@; ric@, pobre; éxitos@, mediocre; complet@, discapacitad@; joven, viej@. Creo que el ‘secreto’ radica en aprender a mirar hacia adentro, prescindiendo de los calificativos (ni los buenos ni los malos…). Probablemente si aprendemos a hacer esto, podremos apreciar lo que podríamos llamar nuestra ESENCIA, lo que realmente somos. Por eso cito la frase de Shakespeare. La modifico un poco: “Se fiel a la versión de ti mismo que se basa en tu esencia, no en una calificación de esta” (que pena con Shakespeare).
Esto nos lleva a lo que llamo “la salida de la trampa social”: lo crucial es aprender a aumentar la aceptación y comprensión de sí mismo (mirada comp / asiva: comprensión más aceptación al tiempo), sea que uno es: bonit@ o fe@, ric@ o pobre, discapacitad@ o no, inteligente o no, blanc@ o negr@, gord@ o flac@, joven o viej@, etc. La persona necesita salirse de la “trampa social”, que valora SI Y SOLO SI se reúnen ciertas condiciones, que en el mejor de los casos solo controlamos parcialmente.
Finalizo con dos puntos importantes. El primero, la pregunta que hago a quien me busca para cambiar algo de sí mismo. Le digo: “el verbo es cambiar? Si cambiar es modificar “la esencia”, se trata de eso? O será mejor usar el verbo crecer (a partir de afirmar lo que somos)?”. Lo clave es que CRECER implica inexorablemente SER. Si se quiere, SER MÁS, pero más en sentido de MAS UNO. Esto es de lo que creo que se trata el excelente concepto citado atrás, el de la búsqueda de la Mejor Versión de sí mismo.
Y el segundo punto es fundamental en el tema de las relaciones, en particular las afectivas. Tiene que ver con la soledad, no física sino emocional. Con PODER ESTAR SOLO. Al fin de cuentas, uno en el fondo siempre esta solo. pero estar solo es estar consigo mismo. Si no podemos estar solos, es porque no podemos estar (bien) con nosotros mismos. Es decir, que algo falla en la relación con nosotros mismos. Una definición de salud mental, que creo que corresponde a un psicoanalista de apellido Bion, es: “poder estar solo”. Aunque sea repetitivo, poder estar (bien) solo es poder estar (bien) consigo mismo. Esto es fundamental en el concepto, que creo es budista, del desapego. Su antítesis, el APEGO, del cual trataré algún día cuando transmita mis ideas sobre las complejas relaciones interpersonales (especialmente las afectivas), es el GRAN DESTRUCTOR de las relaciones. Esta problemática está muy bien citada en el título de un libro (caray, que no he leído, porque curiosamente soy mal lector), de quien se conoce como Papá Jaramillo (el que recogía niños indigentes en las alcantarillas): “Te Amo Pero Soy Feliz Sin Ti”.
En el próximo blog desplegaré mi teoría, profundamente imperfecta pero simple, sobre cómo se construye el concepto de sí mismo, y de dónde surge la posibilidad de la persona de conjugar tres verbos de fundamental importancia en lo emocional (y por ende en el bienestar): PUEDO, VALGO, MEREZCO.
