Cono invertido

Retomando el tema, planteo una hipótesis básica: la calidad de la relación consigo (CRCSM) mismo depende fundamentalmente de la DEFINICIÓN DE SÍ MISMO (DSM), a partir de la cual se deriva la validación de sí mismo (VSM), que consiste en la asignación de valor a uno mismo. La antítesis es invalidarse. La DSM contesta preguntas clave como: ¿quién soy? ¿quién soy para mi mismo? ¿por qué valgo como persona? ¿cuánto valgo como persona? En últimas, el núcleo de todo sería el concepto que tengamos de nosotros mismos.

Acá es donde introduzco un concepto que me es muy útil para entender la problemática de las personas: el CONCEPTO DE SÍ MISMO COMO SER AFECTIVO. Esto es muy importante, pues lo emocional es fundamental en el bienestar de la persona. No sobra decir que la parte compleja de esta es lo emocional, a pesar de lo racional. Este creo que fue el aporte básico de Daniel Goleman (La Inteligencia Emocional), quien hizo popular el concepto de inteligencia emocional (EQ), en un momento en que solo se hablaba de la Inteligencia Racional (IQ). En mi concepto, la EQ es en realidad la que calibra los dos principales tipos de inteligencia que podemos considerar: la racional (IQ) y la social (SQ), ambas fundamentales en el vivir cotidiano. En otras palabras, si la EQ está bien, la IQ y la SQ estarán en su mejor expresión, y lo contrario: si no lo está, se deterioraran la IQ y la SQ.

Lo afectivo es parte fundamental de lo emocional. Podemos entonces analizar el concepto de sí mismo de la persona, contemplando el tema AFECTO, que es la variable crítica para el ser humano (recuerdo un profesor, psicoanalista, que decía “todo problema humano es un problema de afecto”….con sobrada razón). Acá es donde paso a exponer mi “teoría”, nada académica. Y para eso me apoyo en el dibujo que acompaña este blog. Podemos entender el concepto de si mismo como un cono invertido, donde en la base está lo racional, más de la ‘superficie’, y en el vértice, en este caso, en el fondo, lo emocional. Digo que entonces en la base, arriba, podemos tener diferentes componentes del concepto de uno mismo, por ejemplo como profesional, como hombre o mujer, como intelectual, etc. Pero en el fondo, el concepto es el de sí mismo como ser afectivo (por ende, como digno de recibir afecto). Y creo que este se forma muy tempranamente.

Podemos entonces tener buenos conceptos superficiales de nosotros mismos, pero el que va a resultar crítico es el del fondo. Es decir: si el del fondo esta bien, los de la superficie deben en general estar bien, pero si el del fondo está deteriorado, podría ser que los de la superficie, o al menos algunos de ellos, estén bien, pero como compensación. Así, un buen CDSM en la superficie puede ayudar, pero no garantiza bienestar.

Sería entonces de este CDSM como ser afectivo del que se derivan elementos críticos para el bienestar. De aquí surge el ¿quién soy para mi mismo?, a partir del cual, digo, se derivan:

  • Lo que creo y SIENTO que VALGO.
  • Lo que creo y SIENTO que MEREZCO.
  • Lo que creo y SIENTO que PUEDO.
  • Lo que me aprecio a mi mismo (que es la autoestima, que al final de cuentas, lo que viene siendo es un resultado de algo. Por eso digo que las personas no tienen que subir la auto estima, sino mejorar el concepto de si mismos, que es de dónde se deriva).

Nótese que uso el verbo SENTIR, y no PENSAR. Creo que el bienestar emocional se deriva de la posibilidad de conjugar estos verbos: valgo, merezco, puedo, pero acompañados básicamente del verbo sentir (sin excluir necesariamente el verbo pensar).

Aunque resulte largo, paso a explicar como creo que puede imaginarse uno que se forma el CDSM como ser afectivo. Antes unas ‘premisas’:

  • El ser humano se ve a sí mismo (se DEFINE), en función de como otros lo ven.
  • Se referencia, permanentemente, con los demás.
  • El niño tiene un pensamiento egocéntrico (él como centro del mundo).
  • Así, se atribuye a sí mismo lo que le pasa, sea ‘bueno’ o ‘malo’.

Podemos usar entonces una sencilla analogía para tratar de entender este proceso de formación del CDSM, que llamaré ‘el niño de buenas’ y el ‘niño de malas’. Pero antes, debemos suponer dos cosas:

  • Al ser humano el afecto le es tan vital como el aire que respira (el afecto es a lo emocional como el oxígeno al cuerpo).
  • A diferencia del aire, que solo se encuentra ‘fuera del organismo’, el afecto puede ‘encontrarse dentro’, siempre y cuando se haya interiorizado antes.

La analogía consiste en tomar dos gemelos (genéticamente idénticos), y desde el instante del nacimiento, asignarlos a dos familias, una funcional (abunda el afecto) y una disfuncional…y ver qué sucede con el paso del tiempo. Más o menos lo que podría suceder es que el primer bebé (‘de buenas’) interiorizara en buen grado el afecto que le llega de afuera; como si razonara “si me llega tanto de esto tan vital, debe ser porque soy bueno”. Al interiorizarlo tendría una reserva (como la batería de un carro), que vendría siendo la autoestima sólida, que sería crucial para cuando no haya ‘afecto afuera’.

Pero cuando el suplemento que viene de afuera es bajo (“bebé de malas”), no habría cómo interiorizarlo bien (al ser deficitario no se puede “guardar excedentes”), y así, no habría reserva (para cuando no hay afuera). Estos serían los vacíos afectivos, lo cual sería entonces el origen del apego, que es la dependencia del afecto de “un otro”. El gran lío acá es que creo firmemente que los vacíos afectivos solo se pueden “llenar desde adentro”.

Si bien la esencia de los dos bebés es la misma, dado su bagaje genético, la definición que cada uno hará de si mismo va a depender en buen grado del contexto que le haya tocado. Lo que tendría que hacer el ‘bebé de malas’ sería entender que el proceso de construcción del concepto de sí mismo estuvo determinado por deficiencias en el contexto que le toco vivir, lo que origino un CDSM distorsionado. Esto pasaría por “buscar su esencia” (la misma de su gemelo)…de alguna forma se trataría en estos casos de “des-des-naturalizar“.

Se que esto es muy ‘burdo’ como explicación. Pero, si llegara a tener algo de razón, la posibilidad de las personas es muy grande, y para muchos, liberadora, pues la búsqueda de la Mejor Versión pasaría por corregir distorsiones generadas en la crianza. Por eso doy un enorme valor a un concepto muy importante: la autenticidad (que etimológicamente quiere decir más o menos “ser el autor de sí mismo”). Creo entonces que la Mejor Versión  de la persona es aquella que la acerca más a su autenticidad.