Para la búsqueda de la Mejor Versión de Sí Mismo, del despliegue de toda la fuerza interior que tiene la persona, crucial en el liderazgo de sí mismo y por ende, del de otros, los estándares de excelencia son un concepto crucial. Nuestra cultura occidental, como se dijo atrás, valora en muy alto grado la excelencia individual. Quizá la cultura estadounidense es el máximo exponente de este aspecto, pero no es la única. Coloco el símbolo de los Juegos Olímpicos pues sirven de modelo de este rasgo tan central de nuestra cultura (incluso, creo que ha permeado mucho la cultura oriental).
Por nacer en una sociedad que valora tanto la excelencia INDIVIDUAL, interiorizamos los estándares de excelencia que nos llegan con la crianza. Esto implica que en mayor o menor grado todos los miembros de una cultura así, tienen estándares de excelencia, que les sirven para medirse a sí mismos, referenciarse con otros (“el mejor”…”la más bonita”…etc.), y en particular para nuestros efectos, para apreciarse a sí mismos (sea con base en su valoración interna o externa). Además de la pertenencia a una sociedad que inculca en la socialización estos estándares, obviamente hay variables más específicas, como por ejemplo la cultura familiar (ejemplo: si se resalta la competencia, el éxito), el tipo de colegio en que se estudia, etc., que van a hacer que estos estándares sean más o menos altos. Pero que están ahí, en la mente de cada individuo, independiente de estas otras ‘variables potenciadoras’, no tengo la menor duda.
Al respecto hay dos análisis que me parecen importantes: la combinación de estos estándares (EE) con el PUEDO (tratado atrás; la posibilidad de la persona de conjugar bien el verbo PODER, junto con SENTIR), y, el por qué de la búsqueda de la excelencia.
Respecto al primer punto, el EE le señala a la persona lo que espera de sí misma (o lo que siente que otros esperan), mientras el PUEDO le dice lo que cree que puede alcanzar. De acuerdo con esto, las dos variables podrían combinarse de tres formas:
- El EE y el PUEDO están al mismo nivel; y ojalá, alto. Creo que es el ideal, y lo que caracteriza por ejemplo a un triunfador, a un campeón olímpico. Espera mucho de sí mismo, y además, “se la cree” (que puede llegar muy alto).
- Que el EE y PUEDO estén en diferente nivel, estando el PUEDO más alto que el EE. Francamente, no lo veo posible.
- Que el EE este alto y el PUEDO bajo (debido a un problema en la definición de sí mismo). Esto es lo típico.
Este último caso sirve para el análisis. Resulta que la brecha entre el EE y el PUEDO, se llena de insatisfacción. Y como esta es tan amarga, la prioridad para el individuo pasa a ser la de reducir esta insatisfacción. Tiene dos caminos:
- Bajar (artificialmente) el EE, la cual sería la opción del conformismo, de la aceptación de la mediocridad como elemento central en la definición de sí mismo. Mi recomendación a la persona es siempre: “nunca baje los estándares…el costo es enorme”.
- O, “destrabar” el PUEDO, para que suba al nivel del EE. Que es lo que implicaría redefinirse.
Creo que lo que hay que hacer en la vida es esto: tomar la opción de la búsqueda de la excelencia. Lo cual nos exige crecer, dar lo mejor de nosotros mismos, “elevar la barra”. Sobre esto, recomiendo una charla TED que me gustó mucho cuando la vi, que trata de estos temas: sobre la diferencia entre el éxito como algo puntual, y la maestría como una forma de vida. Es de Sarah Lewis, y en español se titula “Acepta el casi lograrlo”. Entre otras cosas valiosas que expresa SL, es muy interesante la referencia a los estudios que comparan las reacciones entre los “medallistas de plata” en los Olímpicos, y los “medallistas de bronce”. Los últimos se sienten bien de no haber quedado de cuartos, y los primeros (…plata) quedan ‘picados’, y con mucha frecuencia, alcanzan medalla de oro en los siguientes Olímpicos.
El segundo tema es el del por qué de la búsqueda de la excelencia. Voy a utilizar el caso del “perfeccionista consumado”, con mucho respeto hacia estos (que entre otras, son excelentes trabajadores), pues nos sirve para analizar dos opciones opuestas sobre esta búsqueda. Se puede entender al perfeccionista como un ‘perseguidor’ apasionado de la excelencia, quien seguramente alcanza muy altos niveles de esta. Solo que nunca está satisfecho (siempre tiene cara de “no ser feliz”). Y ello porque tiene definido el EE como un inalcanzable; cuando se acerca, este por definición se aleja. Así, nunca llega…siempre puede ser mejor…El problema de esto es que se vuelve esclavo de sus estándares. Acá mi interpretación es que lo que en el fondo hace es “huir de su propia sensación de mediocridad” (falsa definición de sí mismo); es decir, algo como “si no soy perfecto, se evidencia que soy mediocre”.
En contraste, estaría el caso de la persona que tiene un buen concepto de sí mismo, tiene altos estándares de excelencia, los persigue, pero no para “huir de algo” sino para “SER MÁS SI MISMO”. La diferencia entre los dos casos es muy grande. En el primero, el estándar es un yugo, un condicionante; en el segundo, una brújula. En el primero, el viaje es amargo y nunca se llega, en el segundo, el viaje es una forma de vida, y nunca se llega pero nunca se pretende llegar a un destino final. No es el destino, es la forma de viajar…
La conclusión que puede sacarse acá es que si la persona tiene un concepto errado de sí misma, la persecución de la excelencia no la hará feliz, pues siempre primará la definición de sí mismo, alcance lo que alcance. Pero si tiene un concepto de sí mismo válido, perseguir el EE lo va a dejar satisfecho sin importar cuanta perfección alcance. Y el EE lo va a guiar en el proceso de hacerse mejor persona, “más sí misma”. Para hilar con el tema liderazgo, retomo la frase citada en el primer blog, del gurú Warren Bennis (On Becoming A Leader): “de hecho el proceso de convertirse en líder es esencialmente el mismo que el de convertirse en un ser humano integral”.
En el próximo blog trataré un tema muy importante, donde también nos vamos a meter con un (falso) paradigma muy incrustado en nuestra sociedad occidental: el de si la persona crece más por buscar suplir sus vulnerabilidades, o si lo logra mejor cuando se apalanca en sus dones, talentos y fortalezas. Ya veremos. Obviamente, de entrada es claro que yo me voy por el lado de la segunda opción, pues es lo consecuente con todo lo atrás expresado. Sin dejar en todo caso de tener una perspectiva integral, pues también se crece al reconocer y administrar bien las vulnerabilidades. Al final, son parte integral de lo que somos.
