Ajederz

i de las más difíciles que conozco, pues ” se daña si no hay plata, y también si hay plata”). Mi premisa básica es que en toda relación está implícito el control como asunto clave. Indefectiblemente. Lo que hace quizá más compleja la relación afectiva es que las variables emocionales son más fuertes.

Una relación es un fenómeno muy complejo; suceden muchas cosas, la mayoría ‘imperceptibles’. Se dan patrones, por ejemplo círculos viciosos y círculos virtuosos (entre otras, una forma de definir que una relación sea saludable puede ser diciendo que es aquella en que predominan los círculos virtuosos…ya hablaremos de ello).

En un blog previo citaba un libro que es más un texto de estudio, y que si se es franco, es un poco un ‘ladrillo’. Se trata de la Teoría de la Comunicación Humana, de P. Watzlawick y sus colegas del Grupo de Palo Alto, quienes utilizando conceptos de la cibernética buscaron establecer una gramática de la comunicación, que al alterarse ocasionaría la comunicación característica de las relaciones patológicas. Este libro me ayudó a entender mucho la complejidad de las relaciones, pero en particular recuerdo un tema de especial interés, que tiene que ver con la foto que acompaña este blog: el ajedrez. Paso a hablar un poco de este, el juego-ciencia. Se trata de un juego en que dos personas utilizan su inteligencia para vencer al otro. Se basa en una serie de convenciones, la primera de las cuales es que uno utiliza las blancas y el otro las negras. Y quien use las blancas empieza jugando. Esta convención es importante pues quien arranca jugando tiene el privilegio de que de entrada tiene la iniciativa de la partida y empieza desplegando la estrategia mediante la cual pretende vencer al contrario. Así, quien juega con las negras debe empezar jugando con base en la estrategia del otro. Otra convención fundamental es que ninguno puede mover dos piezas seguidas (salvo el enroque, que es en si una sola jugada, pero en la cual se mueven a la vez el Rey y la Torre, para proteger al Rey, jugada esta que solo se puede hacer una vez). Es decir, cada uno responde a la jugada previa del contrincante, y determina la siguiente jugada del otro.

Quien gusta del ajedrez sabe que hay nomenclaturas para seguir las partidas, por ejemplo de los famosos. Se basan en utilizar básicamente letras y números (A4CR, P3D….). Ocasionalmente se usan también dos signos: el de exclamación (!) y el de interrogación (?), y se utilizan para calificar una jugada, sea como muy buena (!) o como inexplicable, torpe (?). ¿A dónde voy con esto? Volvamos al inicio: el que tiene las blancas arranca con la iniciativa, y despliega su estrategia; el que tiene las negras debe concentrarse en entender la estrategia del otro. Reacciona. Supongamos que en un momento el de las blancas hace una jugada de las que amerita colocar el singo de interrogación. Ocurre ahí algo clave: es el momento que tiene el jugador de las negras para hacerse a la iniciativa, al control de la partida. Esto lo logra si está entendiendo el juego. Sobra decir que gana el juego quien tiene la iniciativa, quien logra imponer su estrategia.

Pues bien, esta analogía con el ajedrez, que distorsiono un poco acá, es fundamental pues las relaciones interpersonales (especialmente las afectivas) se comportan igual a una partida de ajedrez. Quien entiende la relación tiene la posibilidad de desplegar su estrategia. Pero entendamos mejor el para qué de esto. Antes debo señalar que hay personas que son muy ‘astutas’, quizá con alta inteligencia social (mas probablemente no emocional), que son muy buenos manipuladores. Pero creo que lo hacen ‘inconscientemente’. Para mi, no se trata de esto. Para explicar debo introducir dos conceptos de vital importancia: control y curso.

Así como una partida de ajedrez tiene un curso, indefectiblemente una relación también lo tiene. La pregunta es ¿quién le está dando el curso a una relación en un momento especifico? Utilizo una analogía: un barco en el mar. Sin duda tendrá un curso, que va a depender de una de dos circunstancias: alguien con un timón (el timonel) le está dando el curso o se lo está dando la marea. En este caso, el barco va a la deriva. En las relaciones pasa igual: si no hay quien le este dando curso, actuará el ‘azar’. Y es muy probable que si actúa el azar, la relación se deteriore, vaya ‘a la deriva’.

Acá es donde es clave el concepto de control (en buen sentido, no como manipulación). Para dar curso a una relación, hay que ganar control sobre esta. Tener la iniciativa. Y para ello, hay que ‘entender la partida’, es decir, entender la relación. Idealmente, una relación saludable podría concebirse como aquella donde el control es compartido. Ojo que digo saludable, no necesariamente estable o ‘equilibrada’ (por ejemplo, que más armónica y estable que una relación entre un sádico y un masoquista, o entre un dominante y un sumiso).

Para no complicarse con la concepción ‘manipuladora’ de una relación, creo que sencillamente el control de esta solo se justifica para lograr darle un curso hacia SALUDABLE. Para evitar que evolucione hacia malsana. Como decía atrás, teóricamente lo óptimo es que el control se comparta y ambos le den curso hacia sana. Pero no es fácil pues se requiere alto grado de madurez. Si esto no se da, se necesita que al menos uno de los dos entre en esta dinámica. Digo que esto solo lo puede hacer el ‘más sano’, pero con el problema de que le ‘toca trabajar doble’, pues debe hacer su propio trabajo (hacia lo que exige una relación saludable) y además, ‘halar’ al otro. Y para ello se requiere entrar en un proceso de negociación (para mi es claro, toda relación es una negociación). Para lo cual, se debe tener poder de negociación.

Finalmente debo retornar al ajedrez. Para todo ello hay que entender la partida. Y esto no es fácil, pues se requiere lograr ver la relación ‘desde fuera’. A la vez que ser partícipe, poder entenderla, entender los patrones, la dinámica, la contribución propia a esta dinámica, etc. Pero como se está reaccionando, como se movilizan emociones fuertes, como se ‘mete el ego’, este poder ver la relación desde fuera se hace muy difícil. Más que analizar, se opta por reaccionar. Pero de esto ya hablaremos. Baste con decir por último que en alto grado es de esto de lo que se trata cuando se dice que:

  • Las relaciones se CONSTRUYEN.
  • Que nunca terminan de construirse.
  • Y, que UNO ES EL CONSTRUCTOR DE SUS RELACIONES.

Si no, no debemos sorprendernos de que relaciones que empiezan muy bien, terminen mal.