
Un tema interesante e importante en una relación es el del compromiso y su permanente vitalización. Mi experiencia es que juega un papel fundamental en el curso de una relación pero que lamentablemente esto no se tiene muy en cuenta.
Digamos que al inicio de una relación (me concentraré como he dicho en otros blogs en la afectiva) “todo juega a favor”. Especialmente la atracción, la empatía entre ambos, la idealización que cada uno hace del otro, etc. La relación es fuerte. Y hay un compromiso que muchas veces es tácito, y a veces explícito (por ejemplo, cuando aparece el reconocimiento de ambos sobre ‘como se llama la relación’, por ejemplo “somos novios”, está tácito un compromiso mutuo). Más adelante el compromiso puede formalizarse, ratificarse y explicitarse (“casémonos”). ¿Qué puede tener como ‘normas’ el compromiso? Por ejemplo, la lealtad, la fidelidad mutua…
El problema se da cuando empieza a pasar el tiempo, la relación inevitablemente se desgasta, se va produciendo una desidealización mutua, etc., y el compromiso se va diluyendo, básicamente porque no se renueva. Creo que a veces se debilita el tácito (quizá más fuerte) y la relación se sostiene por el explícito (matrimonio civil, o religioso). Que finalmente es más social, más externo a la relación.
Para ejemplificar acudiré a una analogía que tiene que ver con algo de otra índole: la contratación laboral. En Colombia hay básicamente dos formas en que una empresa (patrono) puede contratar a una persona (empleado), cuando el vínculo es laboral (es decir, no es ni a través de un tercero ni como una prestación de servicios, caso en que el vínculo es civil mas no laboral): a término indefinido y a término fijo. Usaré este segundo caso. La ley dice que en estos casos el contrato puede ir desde un mínimo (creo que un mes) hasta años. Establece que después de la tercera prórroga la duración mínima debe ser de un año. Y establece una cláusula que es la que acá interesa: si ninguna de las partes le manifiesta por escrito a la otra 30 días antes de vencerse el contrato su voluntad de no renovarlo, el contrato se renueva automáticamente. Otra norma importante es que cuando el contrato se suspende por parte del patrono antes de terminar el período pactado este debe pagar como indemnización los salarios del período que falta.
¿Por qué importa esto? Si bien este tipo de contrato es práctico desde alguna perspectiva para las empresas, no es de fácil manejo. Las empresas lo piensan bien antes de renovarlo, más si ya se está en la prórroga de mínimo un año. Es común que el empleado empiece a mejorar el desempeño cuando se aproxima el momento en que se decide la renovación, y si el contrato es por un año o más, que baje el rendimiento una vez se renueva.
¿Qué tiene que ver todo esto con una relación afectiva? En mi opinión bastante. Me explico usando una suposición. Imaginemos que la relación fuera como un contrato a término fijo. Supongamos que se pactara por períodos de un año y que tuviera la cláusula de renovación automática treinta días antes, salvo que alguno manifestara la voluntad de no renovarla. ¿Qué pasaría? Supongamos que el primer año ‘todo está a favor’ y que llega el mes once; quizá ninguno se preocupe de la ‘cláusula’…y digamos que igual puede pasar el segundo año. La atracción sigue fuerte, la idealización, etc. Pero supongamos que llega el mes once del tercer año. Y que ya hay un poco de desgaste en la relación. Y así, que uno de los dos le dice al otro el día de decidir si se renueva o no, algo como “oye, estamos a un mes de que termine un período de nuestra relación….hasta ahora lo hemos dejado renovar automáticamente, y eso está bien…pero yo si quería decirte que estoy content@ con la relación, pero que si hay algunas cosas que me gustaría discutir….algunos ajustes que creo que son necesarios para que la relación se mantenga sólida….”. Y supongamos que el otro le diga: “mira, estaba pensando lo mismo….para mi también la relación es clave, pero creo que hay algunas cosas que me gustaría que cambiaran”. Se daría entonces una negociación, que llevaría a que se renovara el contrato, pero ya no automáticamente sino como producto de un análisis de los dos, en el que cada uno buscaría que la relación se adaptara a lo que ha ido cambiando – el uno, el otro o ambos – desde que se inició la relación. Y supongamos que el ejercicio se repite año tras año. Lo que creo que pasaría sería que el COMPROMISO se mantendría validándose, renovándose, fortaleciéndose.
Esto tan imaginativo creo que permite analizar algo muy importante: el compromiso en la relación debe mantenerse siendo renovado. O se desgasta. Se da por supuesto, y se va debilitando. Y se puede ir sosteniendo por convenciones sociales, por “no afectar a los hijos”, por no diluir el patrimonio común, etc….Pero internamente no será sólido.
¿Cuál es la conclusión? Que en una relación es fundamental que se produzcan ajustes. Que se renueve el compromiso. Este se establece en un momento en que ‘todo está a favor’, y si no se renueva, se puede acabar cuando ‘todo deje de estar a favor’. Las personas cambian a lo largo del ciclo vital, las relaciones también, y se desgastan. La única forma en que se sostienen a lo largo del tiempo es renovando el compromiso porque a pesar de los conflictos, de los cambios en la circunstancias, etc., la relación se mantiene teniendo sentido para ambas partes.