AmigosHappy

Mi primer análisis sobre este tema, tan etéreo pero al final tan crucial, tiene que ver con la vida misma. Más concretamente, con la apreciación que tenemos de la vida.

¿Es la vida algo en sí mismo difícil? ¿O lo contrario? ¿Ser felices implica una especie de Nirvana que niegue las dificultades y complejidades de la vida? ¿O lo contrario: la aceptación de estas, como parte de un todo que es la vida?

Hay un excelente párrafo con que inicia un buen libro (The Road Less Traveled, M. Scott Peck), que traduciré en mi versión:

“La vida es difícil. Esta es una gran verdad, una de las más grandes verdades. Es una gran verdad porque una vez realmente vemos esta verdad, la trascendemos. Una vez que en realidad sabemos que la vida es difícil – una vez que en realidad entendemos y aceptamos ello -, la vida deja de ser difícil. Porque una vez esto es aceptado, el hecho mismo de que la vida sea difícil deja de ser algo importante”.

Me parece un párrafo excelente, con una enorme paradoja implícita. Pero cito otro libro, Supersurvivors (David B. Feldman & Lee Daniel Kraverz), dedicado a aquellos que no solo trascienden eventos enormemente traumáticos, sino que van mucho más allá de la ‘simple resiliencia’; en el segundo capítulo cuestionan el concepto simplista de que todo radica en “ser positivo”. En su análisis los autores afirman que lo crucial para seguir adelante en momentos de gran adversidad, es el pensamiento realista. Y cuestionan el ‘positivismo a ultranza’.

Pienso que la vida no es en si misma ni fácil ni difícil. Que para cualquier ser humano la vida va a traer un “mínimo de buenos momentos” (si se quiere, de felicidad) y un “mínimo de malos momentos” (si se quiere, adversidad); y que el ‘chiste’ es no aumentar los momentos adversos que ya la vida nos va a dar (eso si, aceptarlos), y si aumentar los momentos buenos. Creo que, como expresé en otro blog, nadie es tan de malas de que solo vaya a tener malos momentos y que nadie es tan de buenas que solo va a tener buenos momentos. Pero todos podemos aumentar los segundos, y no agregar malos momentos a los que ya la vida nos va a dar.

Creo que la felicidad entonces no tiene que ver tanto con los buenos o malos momentos que nos trae la vida. Esto es parte de la realidad de la vida misma. Creo que los malos momentos hay que aceptarlos, y los buenos, aprovecharlos. Y crear buenos momentos; espacios de expansión; de ejercicio del amor como facultad y como algo que da sentido a la vida.

Soy crítico, respetuoso, de la híper simplificación de las cosas. Creo igualmente que la felicidad más que con momentos tiene que ver con la capacidad del individuo de disfrutarlos. Con una concepción amplia de la vida, como un don de un valor inconmensurable….así a veces sea difícil.

Parte de mi sentido crítico tiene que ver por ejemplo con los conceptos ligados al mundo del trabajo, donde hoy está tan en boga la promoción de la felicidad. Excelente concepto. Pero que alterna con hechos tan crudos como el ejercicio del poder por parte de líderes mediocres, cuyo único real interés es su propio éxito. Con la enorme fragilidad de la estabilidad del empleado, otrora grande, hoy tan difícil. ¿Cómo promuevo la felicidad en un entorno cada vez más agreste para la persona?

Tal vez la felicidad tiene entonces mucho que ver con lo que pasa en el interior de la persona, y con el mundo que construye a su alrededor. Con apreciar, más que con tener. Con ser y afirmar, más que con parecer. Con apreciar el enorme don que es la vida, sin importar cosas como el estatus y la valoración social. Y muy especialmente, como alguna vez ya había mencionado, con la posibilidad de conjugar quizá el más importante verbo en este asunto: disfrutar. Con las disculpas por repetirme, vuelvo a traer a colación una película que mencioné atrás, y que hoy se aprecia en Netflix y la TV por cable: Amigos Inseparables, basada en hechos reales. Narra la relación entre un sofisticado millonario, parapléjico y bastante aburrido en la realidad que vive, y un ‘vagabundo’ senegalés que un día entra a ser su enfermero, y que le transfiere con el tiempo un gran disfrute por vivir, del que el millonario carecía; a la par, el millonario le transfiere el pulimento y la clase de la que el enfermero carecía.

Lo que me gusta de este ejemplo es que el enfermero no cambió la condición física del millonario. Siguió siendo parapléjico. Siguió dependiendo de otro que le hiciera todo. Pero si cambió en su concepción de la vida como un don a apreciar y disfrutar. Por eso me llamó tanto la atención la frase que cité en blog previo, que dice algo como que la búsqueda de la felicidad se parece a alguien buscando sus anteojos cuando ya los lleva puestos. Al final, “ahí está”; más que buscarla, habría que aprovecharla.

En síntesis, la felicidad lo que es es una opción….que el individuo escoge.