
Vuelvo a mi blog, después de una pausa ‘obligada’ por un problema técnico que hasta ahora logré superar. Me estaba haciendo falta esto de expresar los pensamientos, para que a aquel que le resulte interesante le sirvan como reflexión. Y vuelvo con un tema más de corte ‘humanista’: la vejez, aquella muy dura etapa de la vida, que marca el cierre de todo el ciclo vital. Para quien crea en un dios…le pregunto “el que diseñó así la vida, por qué la diseñó así? ¿Por qué dejó para el final esta etapa?” Que entre otras es casi un volver al inicio, a la niñez. Muchos ancianos casi se vuelven niños, el cuerpo se ‘achica’, se vuelven enteramente dependientes…
Una de las primeras reflexiones que me llegan tiene que ver con la gran paradoja de nuestra sociedad actual. Por diversas razones, entre otras el gran avance de la medicina, es notorio el gran cambio demográfico: cada vez hay más longevidad. Entiendo que de cuatro personas en la mediana edad, ya hoy se puede esperar que tres lleguen a los cien años. Es para mi impresionante ver cada vez más personas mayores, y en relativamente buen estado de salud general. Entiendo también que la pirámide poblacional se ha invertido. Cada vez hay proporcionalmente más gente mayor. Pero el mundo actual no está preparado para ello. No sabe qué hacer con la persona mayor. Con algo de acidez digo que vivimos en una sociedad productora de desechos, y en lo pertinente al ser humano, de “desechables”….
Si una persona, en nuestro medio, se pensiona (tomemos el caso de la mujer, más dramático pues se pensiona antes que el hombre, y tiene más expectativa de vida) a los 57 años, y llega a vivir digamos que hasta los 87 (para facilitar el cálculo), le quedan 30 años de vida no laboral. Más de la mitad de lo que ya vivió. Y si somos más ácidos, en una cultura laboral que define (sin entender bien nadie el por qué) que después de los 35 años ya la persona empieza a no ser interesante laboralmente, quiere decir que tiene un declive de unos 52 años !!! No se parece a las tribus antiguas donde el sabio era el anciano. Si todo esto es válido, “qué hacemos con el anciano?”. Y qué hace la persona mayor consigo misma, en un mundo difícilmente diseñado para que sea un buen hábitat para el adulto mayor?
Así que la paradoja es grande. Cada vez habrá más personas de edad, proporcionalmente, y cada vez más la sociedad no sabrá qué hacer con ellas. Cómo sostenerlas? Quién sostiene una pensión para alguien que va a vivir muchos años de vida improductiva? Quién se hará cargo durante cada vez más tiempo, de alguien que la sociedad cada vez más convierte en una carga? Lo complejo de esta situación es que, si tenemos la suerte de no quedarnos en la mitad del camino, la mayoría llegaremos a esta etapa. Cómo encontrarle sentido?
Tengo la creencia, firme, de que si se dan ciertas condiciones básicas, como tener un relativamente buen estado de salud, una relativamente buena seguridad económica, y un entorno de unas mínimas relaciones que tengan sentido (con la pareja, si aún está, con los hijos, con los nietos, con los amigos …que aún queden….), la tercera edad, o mejor, la vejez, o mejor, como dice el título de una bonita película donde actúan Henry Fonda con su hija Jane….’Los Años Dorados’….es potencialmente una época donde la persona puede encontrar las mejores cosas de la vida…..trataré de explorar en algunos blogs esta hipótesis.
Remato por ahora con un cuento que seguro muchos conocen. Se trata de una familia en la que viven los dos padres, el hijo, y el abuelo. Este último, ya anciano, hacia muchos ruidos cuando comía, por lo que los padres del niño lo ‘desterraron’ a comer en la cocina, y no en el comedor, con ellos. Un día ven a su hijo ocupado haciendo un mueble, y le preguntan que qué está haciendo. Contesta que un mueble para cuando ellos tengan que irse a comer a la cocina….el abuelo vuelve a comer en el comedor, con la familia….y quizá, el niño vuelve a sonreír durante la comida.