
Dice Wikipedia que “Un año sabático es el período de tiempo que una persona decide dedicar completamente a intereses personales, dejando a un lado sus responsabilidades laborales y/o académicas”…se origina en los hebreos, que se tomaban el séptimo año para descansar, con la lógica de “dejar la tierra sin trabajar para su reposición”.
En un libro clásico sobre liderazgo (Leadership From The Inside Out), Kevin Cashman inicia el capítulo sobre ‘Maestría Personal’ narrando una historia que oyó alguna vez sobre un sacerdote en la Rusia pre revolucionaria, quien va caminando por una calle y se ve confrontado por un soldado, quien le pregunta “Quién es Usted? ¿Para donde va? ¿Por qué se dirige hacia donde se dirige?”…sin sobresaltarse ante el rifle que le apunta, contesta: “¿Cuanto le pagan a Usted?”….Sorprendido el soldado contesta “25 kopecs al mes”…ante lo cual el sacerdote responde haciéndole una propuesta: “Le pago 50 kopecks al mes si todos los días me para y me reta a contestarle las mismas tres preguntas”. En esencia la anécdota hace referencia a la necesidad de plantearse estas preguntas fundamentales.
En artículo citado en blog previo, sobre la creciente longevidad de las personas y los retos que encarna, cito un artículo reciente (Revista Semana) donde se reseña el libro The 100-Year Life: Living and Working In An Age Of Longevitty; resalta el autor del artículo cómo la Universidad de Harvard recomienda a los jóvenes bachilleres tomarse un año antes de iniciar sus estudios universitarios, y comenta cómo muchos graduados hoy en día se dedican a viajar un tiempo antes de buscar trabajo.
¿A dónde apuntan estas reflexiones? Creo que la vida de las personas está altamente codificada por la cultura. Digo que lo que hay que hacer “en la vida” es subir correctamente las escaleras diseñadas por la sociedad. Del Jardín al Prekinder….el siguiente escalón…el kínder…luego primero…..undécimo….bachiller….entrar ahí mismo a la universidad…grado pregrado….salir a trabajar….máster….evolucionar en el trabajo….etc.”. El éxito radica en subir bien las escaleras, y “ser exitoso”. Perfecto…pero solo dos dudas: (1) y aquel cuya ‘esencia’ riñe con lo que la escalera define, qué hace?, y, (2) y cuándo paramos un momento a pensar qué queremos nosotros (no que quiere el mundo de nosotros)?
Un caso como ejemplo, entre hipotético y real: joven de 23 años, buen rendimiento académico, hijo de un exitoso médico….noveno semestre de medicina….un día, con mucho temor y a la vez coraje, se decide a decir a sus padres algo como “no quiero estudiar más medicina….lo mío es la música”…Gran crisis familiar….pero el viraje, tardío si se quiere, conduce más directamente a la felicidad….
He comentado que ayudo a personas en el proceso de reinserción laboral (outplacement). Una de las reflexiones que más me gustan es aquella que muestra que la difícil crisis le sirvió a la persona ´para hacer un pare en la vida y pensar’….”¿qué quiero?” Digo que ante estas disyuntivas hay dos caminos: o ratificar (sigo por el mismo camino) o rectificar (cambio de rumbo). No importa cuál de los dos verbos se conjuga, lo importante es planteárselo. Al final del proceso le pregunto a la persona “¿independiente de si se reubicó y si si, si fue exitosa esta reubicación, en qué creció como persona con la experiencia?”. Las respuestas en buen grado tienen que ver con estos replanteamientos.
También aconsejo a los bachilleres no entrar ahí mismo a la universidad. Si pueden, viajar. Vivir la vida. Conocer el mundo. Preguntarse qué quieren. Plantearse las preguntas más simples pero más difíciles de contestar: “quién soy…qué quiero….para dónde voy…qué le da sentido a mi vida…..?”. Para luego continuar su camino con más claridad y más brío. Los cuáles van a necesitar cada vez mas, en un mundo cada vez más retador.
Por eso me gusta el concepto de año sabático. Si bien la vida práctica no lo hace nada fácil, el trasfondo de parar a pensar es fundamental. El asunto al final tiene que ver con quién diseña la vida de la persona.
En su clásico Los Siete Hábitos de la Gente Altamente Eficaz, S. Covey señala como séptimo hábito el de “afilar la sierra”. Muy buen concepto. Con cierta frecuencia debemos afilar la sierra. Acá el tema es que la sierra somos nosotros mismos.