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Una breve reflexión, volviendo a temas tratados hace varios meses.

Las personas estamos compuestas de rasgos. De entrada, están anclados en la genética (no nos ‘auto – diseñamos’, quizá afortunadamente). Digo que lo que hay es una plastilina, con la que llegamos al mundo. Y la interacción con el medio va a definir qué forma toma la plastilina.

De los rasgos que nos conforman, y dependiendo del contexto, algunos los llegaremos a calificar como Fortalezas. Y otros como Debilidades, o mejor, Vulnerabilidades. Sin embargo, es interesante como esta calificación, como cualquier otra totalmente arbitraria, es muy frágil. Por ejemplo, los expertos en estos temas dicen que el exceso de una fortaleza se convierte en una vulnerabilidad. Por ejemplo, el extremadamente obsesivo se puede volver muy lento en el trabajo; lo hace muy meticulosamente, pero se demora demasiado, y termina dándole importancia a detalles que no son relevantes. Pero si no se va a al extremo, el obsesivo es un excelente trabajador. Otro ejemplo, la persona que no gusta de tomar riesgos. Excelente por ejemplo para manejar los seguros de una institución: va a ser muy eficaz en la evaluación y control de riesgos. Pero puede volverse muy rígido en sus apreciaciones. Y el último, qué mejor encargado de la seguridad, que alguien con rasgos paranoicos. Se cuidará de todo el mundo. Pero no confiará ni en su sombra.

A dónde voy con todo esto? A un punto que creo es crucial en el bienestar del individuo. Me explico….

El problema surge cuando se CALIFICAN los rasgos, sean ‘positivos’ o ‘negativos’ (va a depender del entorno). Cuando por ejemplo la persona nace con una predisposición a la introversión (de lejos menos valorada socialmente que la extroversión). La definición de sí mismo va muy probablemente a tener elementos “no deseables”, que van a afectar el concepto de sí mismo, y por ende, su auto estima. En el caso contrario, la persona “bonita” va a tener un elemento que le va a ayudar mucho a construir una buena imagen de sí misma. En los dos ejemplos anteriores, el introvertido debe aprender a definirse a sí mismo trascendiendo la calificación potencialmente negativa a la que lo empujará el entorno; y la “bonita” tendrá que hacer igual, pues el elemento definitorio va a ser un rasgo que no va a perdurar.

Dado ello, creo que lo crucial para el individuo es aprender a entenderse a sí mismo prescindiendo de las calificaciones. La aceptación de los rasgos que lo componen a uno, que uno no determinó (genética), y cuya expresión en buen grado depende de la relación que se haya tenido con el entorno, va a ser crucial en la que considero que es la mejor opción para la persona: la búsqueda de la autenticidad. Como dice el título de un libro de Rollo May (connotado humanista): El Hombre en Busca de Sí Mismo (Man’s Search for Himself, 1953).

Vuelvo a los ejemplos. En mi práctica ayudando a las personas en sus procesos de cambio, es muy frecuente que digan: “es que soy demasiado sensible”. De inmediato pregunto: “Y eso, es bueno o malo?”. Y casi siempre la respuesta es “Malo”. Y mi respuesta es: “Vea, creo que la sensibilidad es lo mejor que tiene el ser humano; quítesela y tiene un personaje muy complejo, el psicópata….lo que pasa es que no es fácil de administrar…por la puerta de la sensibilidad entran tanto el dolor y el sufrimiento, como la alegría y felicidad”. En torno a esta, la sensibilidad, lo que se observa es que por ejemplo en el caso del hombre, se le enseña (sociedades machistas) a negar su sensibilidad. El niño tiene el rasgo, pero debe reñir con este porque su entorno lo empuja a ello (“no sea nena, no llore”).

Volviendo atrás: la mejor opción de la persona es aprender a verse a sí misma tal como es. Ver “su esencia“. No la calificación de esta, que es socialmente determinada y arbitraria. Lo que la persona debe propender es por aceptar y apreciar lo que ES (realmente), sus rasgos constitutivos; AFIRMARLOS; y expresarlos. Esta es la visión que tengo de ser autentico. Cuando la persona busca ser auténtica, se obtiene la mejor expresión, la mejor versión de sí mismo. El comportamiento tenderá a ser espontáneo (obvio, salvo en entornos sociales que exijan otra cosa, como por ejemplo en los contextos donde la persona interactúa en situaciones de poder).

Por todo ello es que digo, volviendo a mencionar mi gusto por los verbos, que el verbo crítico en el bienestar de la persona, es FLUIR. No hay que buscar ser, no hay que moldear los rasgos según la calificación social….lo que hay que hacer es dejar fluir lo que uno es.