
Caminante, son tus huellas, el camino y nada más;
Caminante no hay camino, se hace camino al andar.
Al andar se hace camino y al volver la vista atrás
Se ve la senda que nunca se ha de volver a pisar.
Caminante no hay camino, sino estelas en el mar.
Este poema de Antonio Machado, que utiliza Serrat en una de sus canciones, me sirve para introducir un bonito concepto, sobre una de las opciones que tenemos en la vida: dejar nuestra huella en otros.
Somos transitorios. Y somos una fracción minúscula de la humanidad. Con la mejor suerte nos recordaran una, máximo dos generaciones después de la nuestra. Si hemos sido próceres o hemos logrado pasar a la historia, la suerte nos permitirá que nos recuerden a través de una estatua en un parque. Y si hemos sido un gran personaje de la historia, pues si, nos recordaran más. Pero esa es suerte de muy pocos.
Por eso creo que quizá nuestra mejor opción es tratar de legar lo mejor de nosotros mismos en quienes nos siguen, y así probablemente logremos “perpetuarnos” a través de otros. Dicho de otra forma, dejar en nuestro legado aquello que a su vez recibimos como legado (valores, raíces, costumbres, etc), y lo que la vida nos ha enseñado que es valioso.
¿Quien ha dejado huella en nosotros? Pudo haber sido por ejemplo un jefe que nos formó y nos ayudó a ser mejores profesionales, un maestro del colegio que nos enseñó a pensar, un abuelo que nos transmitió su sabiduría con ‘regaños cariñosos’; obviamente, nuestros padres, quienes probablemente nos transmitieron su legado principalmente a través del ejemplo. Un amigo, un suegro, un sacerdote (¿por qué no?). En fin, hay multiplicidad de opciones.
Lo interesante acá es la transmisión de valor, especialmente de valor humano. Cuando transmitimos valor, perpetuamos valor en otros. Les ayudamos a ser mejores personas. A alcanzar la mejor versión de sí mismos.
Y un día finalmente ya no estaremos. Pero de alguna forma u otra habremos contribuido a otros, y de esa forma nos perpetuaremos un poco. Los que vienen detrás harán lo mismo; y así sucesivamente. No necesitaremos perpetuarnos mucho más; nuestro legado ya habría cumplido su misión.
Cuando vamos a visitar la tumba de un ser querido, predecesor nuestro, quizá vamos a agradecerle habernos dejado huella.