
Veía estos días en Netflix la película de la foto, de un joven baterista. Me activó muchas reflexiones en torno a un tema que me encanta analizar: la búsqueda de la excelencia. Y confieso que me confundió. Buscaré explicar por qué.
Se trata de un joven baterista, que ingresa a una escuela de alto nivel en música. Su único sueño de vida es ser un gran baterista de jazz; pasar a la historia. Y tiene la madera para ello. Recién empieza la película lo oye tocar un maestro que es una celebridad, pero de un altísimo, casi “inhumano”, nivel de exigencia. No voy a reseñar la película, pero si a citar un comentario que le hace el maestro al joven, explicando el porqué de tan alto nivel de exigencia; dice algo así como: “si no es así no volveremos a tener gente como Duke Ellington. El jazz va a terminar muriendo”. No sobra decir que el nivel de exigencia casi destruye al joven, tanto que termina denunciando en secreto al maestro, lo cual determina la expulsión de este último de la escuela de música.
Recordé a Steve Jobs, ese brillante transformador del sector tecnologico. Un tirano; obsesivo con la perfección de los productos. Y su mayor legado, Apple, sigue siendo gran icono de las grandes compañías multinacionales. Le dejó impregnado su ADN.
¿Por qué me confundí? Me parece en parte válido el argumento de que si no hay un altísimo nivel de exigencia, no hay una gran estrella. La excelencia no es fácil de alcanzar; cuesta. Exige muchísima disciplina, constancia, sacrificio. La excelencia es el final de un camino arduo.
El problema está en el costo, y en la justificación de este. ¿Excelentísimo baterista, con una vida personal vacía? ¿Atentando incluso contra la salud? Como sucede en la película.
Acá es cuando vuelvo a tener claridad. El asunto de buscar la excelencia es para mi quizá la mejor opción del ser humano. Sin duda. El tema álgido no es el qué, sino el para qué. Creo que la excelencia más que un yugo (si y solo si…), es una brújula. Le sirve a la persona para orientarse hacia buscar dar lo mejor de sí, esforzarse por alcanzar la mejor versión de sí mismo, rendir tributo a los dones con que llegó al mundo, etc.. Pero cuando es un yugo, cuando la búsqueda de esta es una obsesión casi salvaje, como en la película de marras, creo que independientemente de que se alcance un excelente resultado, va a haber una desbalance; va a estar basada esta búsqueda en “huir de la mediocridad” (de ahí el componente obsesivo). Y ese no es un motivo saludable para buscar la excelencia.
Concibo la búsqueda sana de la excelencia como un fluir constante, donde no hay producto terminado, pero igual donde lo ya alcanzado es suficiente, aunque se busque más. “Como estoy, estoy muy satisfecho; pero creo que puedo dar más. No para buscar ser perfecto, sino para hacer de mi un ejemplo de la grandeza que puede alcanzar un ser humano”.
Para finalizar, cito de nuevo una frase de un personaje señalada por un gran experto en liderazgo, Noel Tichy (The Leadership Engine), el Padre Cunningham (reseñé en otro blog la historia), que es – la frase- quizá la mejor definición de liderazgo que he visto: “Liderazgo es llevar a las personas a sitios que nunca hubieran soñado alcanzar”. No hay liderazgo si no hay en el líder una concepción de la excelencia, y una convicción de que las personas pueden alcanzarla. Y para ello, les debe elevar permanentemente la barra; pero no como una esclavitud.
La gran tarea de cada uno es lograr la máxima expresion de si mismo. No es con cuanto naci, sino que hice con aquello con que naci: mis dones, fortalezas y talentos.