Echandia

Darío Echandía (foto) político tolimense que en varias ocasiones fue Presidente de la República (transitoriamente), conocido como la “conciencia jurídica de la nación”, se hizo famoso por frases como “este es un países de cafres”. Pero quizá su mejor frase es la que lleva el título de este blog: “¿ y el poder, para qué?”. ¿Una pregunta ingenua? ¿O profundamente filosófica?

El poder es en mi concepto el elemento crítico de la vida en sociedad, sea a nivel micro (relaciones uno a uno) o a nivel macro. Quizá exagero, pero en algún grado u otro todo gira en torno al poder, a controlar a otros.

Como motivación humana opera a la inversa de otras motivaciones, por ejemplo, como la sed y el hambre. En estas se genera un estado de deprivacion, que ‘dispara’ la necesidad de saciarlos. Una vez se sacia, por un periodo, la motivación se mantiene ‘tranquila’. El poder en cambio es insaciable; se parece a tener sed siendo un náufrago, sin nada para beber; toca beber agua salada, que por instantes sacia la sed, para poco después crear una sed mayor.

El político con vocación mesiánica, el político sin vocación mesiánica, aquel Cardenal De la Iglesia que aprovecha su posición para abusar impunemente durante años de niños vulnerables, o aquel otro que aprovecha su dignidad para controlar las finanzas del Banco Vaticano. O aquel productor de cine que abusa de jóvenes que quieren rápidamente llegar a la fama, sin importar los obstáculos. O aquel jefe mediocre que neutraliza la competencia retadora para el, de aquel joven talentoso que le reporta. En fin, miles de ejemplos. Todos abusadores del poder.

En la política, estanque de tiburones donde se juega uno de los más sucios juegos que se da en sociedad, el sistema se basa en alcanzar, y casi que indefectiblemente, conservar a toda costa el poder. Un candidato honesto que logra llegar al poder, tarde o temprano, en general, sucumbe a la presión del sistema; quizá llega limpio, pero el sistema, y su propio engolosinamiento con el poder, tarde o temprano lo transforma en uno más del sistema que quizá algún día quiso cambiar.

¿Entonces, fue ingenua la pregunta del Maestro Echandia?

Acá me ayuda el artista marcial consumado, que entiende que la fuente del poder está en su interior, en el sano control de si mismo. Mientras no logra ese control de si mismo, está a merced de otros, que lo controlarán. Intentar controlar el entorno (control externo) es un espejismo, mientras no haya control interno. Y a veces, ni aunque lo hubiera; la capacidad de controlar el entorno y los sucesos de la vida es muy limitada para el ser humano, por “poderoso” que sea. Acudiré a ejemplos extremos: Steve Jobs controlaba la industria tecnológica en buen grado, y era muy rico, pero no controlo el cancer de páncreas. Julio Mario Santodomingo P. era multimillonario pero no logro hacer nada contra el cancer de su hijo mayor. Carlos Ardila Lula con todo su dinero no logro evitar quedar reducido a una silla de ruedas tras un resbalón en la piscina de su mansión.

Una concepción muy válida para mí del liderazgo es que empieza por liderarse a si mismo, para poder liderar bien a otros, para así poder liderar bien las organizaciones. Liderarse a si mismo tiene que ver con encontrar el poder dentro de si mismo, para aprovecharlo para llevar a otros a un mejor vivir. Quizá así le hubiera contestado al Maestro su pregunta. El poder no está afuera, está adentro; y sirve para ayudar a si mismo y a otros a vivir mejor. A ser seres humanos que “vuelen a las alturas a que vuelan las águilas, y no a las alturas a que vuelan las aves rastreras.”

El amor, en su mejor concepción, es el antídoto. El poder mal concebido (para beneficio propio) es la antítesis del amor bien concebido.