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Vuelvo a mi blog después de una pausa….con una pequeña reflexión.

Esta semana presenciamos dos hechos no relacionados entre si, aunque conceptualmente si lo están. Curiosamente, ambos sucedidos en España.

Empiezo con Zinedine Zidane (foto). Ese excelente futbolista francés, muy recordado por aquel cabezazo al defensa italiano en la final del Mundial (1998). Me parece que este es un ganador nato. No se mucho de él, pero me causa la impresión que es del tipo de personas que saben ganar, y le transmiten ese espíritu a sus equipos; sea como capitán de una selección o como entrenador de esta.

Comparo con el otro personaje de la foto, Mariano Rajoy, hasta hace dos días Presidente del Gobierno Español, tan convulsionado. Desde 2011 rigiendo con dificultad el destino de nuestra Madre Patria. Del conservador Partido Popular.

Zidane se retira como entrenador del muy triunfador Real Madrid (no más citar que ganó en los 3 últimos años la Champions League, la crema y nata del fútbol mundial). El por qué se retira no lo sé, no leo sobre fútbol. Pero lo que me llama la atención es cómo se retira en medio de la gloria, en el pináculo de su carrera como entrenador. Quedará como un ícono del Real Madrid. Se retira como gran ganador. No se queda hasta que un día no se den los resultados y lo ‘retiren’.

Rajoy sale después de 7 años del gobierno español, con la vergüenza de haber sido destituido por una moción de censura, promovida por el Partido Socialista, a raíz de grandes escándalos de corrupción de su partido. Con el fuerte sabor amargo de haber tenido que deja el poder como perdedor.

Quien sabe cuál será el destino próximo de Zidane. Y el de Rajoy. Pero si creo imaginar el sabor en la boca de cada uno, después de su retiro luego de haber estado en el pináculo del poder y el éxito. Zidane debe saborear el dulce néctar del éxito, aún en su retiro. Rajoy no debe dejar de sentir el fuerte sabor amargo de la vergüenza.

A dónde voy con esta corta reflexión? Independientemente de los dos personajes que me sirven de estímulo para la reflexión, lo interesante es el tema de cómo nos retiramos. De cómo damos paso a otros. De cómo no dejamos que el ego nos doblegue y nos creamos indispensables. Me vienen a la mente muchos casos de cuando la forma del retiro es importante. Una es el del muy citado por mi, por muy admirado, Nelson Mandela. Cuando llega a la Presidencia de Suráfrica, solo se queda un período y se retira, para dejar paso a otros, como parte quizá de la transformación que buscaba en aquel sufrido país (por los odios raciales de tantos años).

Otro ejemplo, más cercano a nosotros: en la cúspide del éxito, siendo Presidente de Bancolombia, quizá el banco más grande del país a nivel individual, Carlos Raúl Yepes se retira de su cargo siendo aún muy joven, motivado por una carta de su hija, a raíz de un problema de salud.

En Colombia por ejemplo, quizá Belisario Betancur ha sido el ex presidente que en las últimas décadas de nuestra historia reciente se ha sabido retirar. Los demás no dejan de intervenir activamente en política. Quizá más para restar que para sumar. Quizá lo hacen entre otras para abrir paso a sus delfines.

En las empresas de familia, el fundador, aquel coloso que crea de la nada un imperio, por no soltar el control, dilata su retiro hasta más no poder. Casi siempre con la consecuencia de que la empresa que funda no logra sobrevivir más de un salto generacional, y eso.

Creo que en últimas todo gira en torno al ego; al poder, a la soberbia. A no entender que solo estamos de paso, y que por brillantes, ricos, poderosos, etc., un día ya no lo seremos. Pero tan difícil de aceptar es esto, que nos aferramos a como de lugar a permanecer en la cúspide. A veces, a costa de los demás, de las instituciones.

Mejor salir por la puerta grande como Zidane, y no por la de atrás, como Rajoy.