
Mis orígenes están muy ligados a la medicina. Mi padre era médico, sus dos hermanos también, su hermana se casó con médico, mi abuelo paterno también era médico. Tengo una hermana médica, y entre mis primos por línea paterna al menos uno en cada familia se hizo médico. Además, con fuerte tradición de poner la medicina al servicio de los demás. Por otro lado, mi padre fue un hombre muy culto, gran lector. Aquella generación que me antecedió tenía un nivel de cultura enorme.
Cito lo anterior por lo siguiente: conozco bien el ejercicio de la medicina, estando este muy ligado a la cultura. Recuerdo mucho que en mi casa paterna había una gran biblioteca. Todo tipo de libros. Especialmente aquellos libros de antes sumamente bien empastados, con tapas de cuero y papel muy fino. En aquella gran biblioteca había un libro, cuyo título viene al caso que me ocupa. Se llamaba ‘La Fe que Cura’. No logré rastrearlo en internet, pero me acuerdo bien de este.
¿A dónde voy con todo esto? Sin pretender solidez científica, quisiera aprovechar para hacer un breve análisis de lo que se llama el ‘efecto placebo’. Esto, porque creo que tiene interesantes implicaciones en todo tipo de relaciones interpersonales.
Creo que el efecto placebo tiene que ver con el “poder curativo de la fe”. Pongamos un caso: un médico receta a su paciente un medicamento que sabe que es fundamentalmente inocuo, pues entiende que mucho de los síntomas del paciente se ligan con la ansiedad. Y sorprendentemente, el paciente mejora. El médico sabe bien que el principio activo del medicamento es inocuo. Y sabe que el factor que ayudó a curar, está en la mente del paciente.
Pero está en la mente del paciente porque el médico se ha posicionado como un ELEMENTO CLAVE en la estabilidad emocional del paciente. Le genera esperanza, fe; cree que el interés de su médico en él es crucial para sentirse bien. Gran parte del efecto curativo se basa en la calidad de la relación del médico con su paciente. Lastimosamente esta empatía, muy propia del viejo médico de antaño, que era casi parte de la estructura familiar, que conocía a fondo a su paciente, sucumbió ante la relación mercantilista de hoy, donde el médico tiene 15 minutos para atender a ese desconocido que tiene enfrente, a quien atenderá 2 minutos pues los otros 13 debe pasarlos ingresando información en el computador. El gran intermediario de la salud se lo exige.
¿Cómo creo que actúa el efecto placebo? Acá vuelvo a la parte emocional. Creo que cuando la persona encuentra en el otro interés, calor humano, esperanza, etc., la parte emocional alcanza un buen balance que afecta positivamente al cuerpo. He dicho mucho que la parte emocional del ser humano, la más compleja, es muy interesante. Cuando lo emocional está bien, por ejemplo, la parte intelectual brilla; cuando no, se hace torpe. Cuando lo emocional está bien, el cuerpo refleja esto, y se hace ligero. Y viceversa.
El poder de la mente es enorme. Pero depende mucho de la parte emocional. Y esta depende de la relacional. Esto tiene que ver con casos como el que ejemplifica la película con Robin Williams, Patch Adams. Al fin de cuentas, qué tan simple. Todo gira en torno a la instauracion de ciclos de transferencia de energía. O positiva, o negativa.
Pero no podemos sobredimensionar el poder de la mente. Cuando el cuerpo está enfermo, la mente solo puede aligerar la situación. Pero no hay omnipotencia. Recuerdo una excelente frase que citaba mi padre: “El médico cura; cuando no puede curar, alivia; cuando no puede aliviar, consuela”.
Antes de citar una breve historia real, al respecto, una conclusión: el efecto placebo está también implícito en cualquier relación de liderazgo. Todo gira en torno a lo que el líder (llámese también maestro, o padre, o jefe) transmite a su seguidor.
La historia me sirve para ejemplificar los límites de la mente, pero a la vez, las grandes posibilidades de encontrar sentido a la vida. Hace unos 23 años compartíamos un almuerzo en la finca de mis suegros. Mi cuñado, quien murió pocos meses después, había invitado a su oncólogo, el reputado Doctor Carlos Castro. Se habían hecho cercanos, pues mi cuñado padecía de leucemia, pero le había sobrevivido al Dr. Castro 10 años. En medio de la conversación previa al almuerzo, en medio de unos vinos, salió el tema del yoga. Le pregunté entonces al Dr. Castro: “Doctor, Usted cree que un yogui puede neutralizar el cáncer?”. Me contestó enfático que no. Le pregunté entonces si había visto en su vida profesional algo que pudiera llamar un milagro. Me volvió a decir que no. Pero me dijo lo siguiente: “le voy a contar lo más cercano que he viso a un milagro”. Y me contó la siguiente historia…
Había sucedido unos 4 meses atrás, en Navidad. La paciente, “una señora joven, linda, muy querida, con una bonita familia. En la novena empezó a cantar, acompañada de su guitarra. De repente se calló, y dijo delante de todos los suyos: se que me voy a morir. No le pido a Dios que me deje vivir porque se que no es posible. Pero si le quiero pedir que ayude a todos Ustedes a apreciar el milagro que es la vida”.
Un poco extraña la historia, en cuanto al parecido que encontraba el Dr. Castro con un milagro. Pero linda historia.
La base del placebo es la misma que la del llamado Efecto Pigmalion. En últimas, se centra en creer en las posibilidades de la persona y la consecuente generación de esperanza. Esa es mi hipótesis.
(Nota: dedicado a los médicos, profesionales vitales para la sociedad. En particular a mi hermana, que ayuda a perpetuar ese gran legado del médico de antaño)