Es muy difícil analizar y escribir sobre algo que no sea el coronavirus. Simplemente porque es la apabullante realidad que vive la humanidad en este momento. Mucho se ha escrito, mucho se está escribiendo y mucho se va a escribir sobre este suceso que marcará muchas generaciones. En este blog y en el próximo quiero concentrarme un poco en dos temas relacionados, en los que no soy experto, pero que por afición el uno (economía) y por gajes de un oficio reciente el otro (mercadeo), me resultan de mucho interés.

Primero la economía. Con el Covid 19 se instaura, en todo el planeta, una profunda crisis. Comparable al parecer con la Gran Depresión de 1929, o en el mejor de los casos, con la Gran Recesión de 2007 y siguientes. De un momento a otro ocurre un tsunami que toma por sorpresa y con la guardia baja a todos los países y gobiernos del mundo, y a las empresas de todos los tamaños. Los bancos centrales, los gobiernos, buscan apresuradamente inyectar enormes recursos a la economía, para evitar un colapso gigantesco. Parar la economía con medidas de distanciamiento severas, probablemente inevitables, muestran en corto tiempo el enorme efecto colateral que cuidar la vida ha tenido. Veamos no más algunos datos, de Colombia.

En solo un mes o un poco más, ya se predice que a fin de año el nivel de pobreza se disparara más o menos en un 15%. El país tardó muchos años en sacar de la pobreza a un amplio porcentaje de la población. Y en buen grado gracias al viento a favor de la bonanza que tuvieron los países emergentes como Colombia, con ocasión del gran crecimiento de la economía china, que compraba cantidades ingentes de materias primas. Mientras Estados Unidos y Europa padecían los estragos de la crisis de la deuda hipotecaria, los países de América Latina vivían un muy buen momento. Algunos como Chile y Perú ahorraron parte de ese excedente, lo que les permite navegar mejor las aguas turbulentas de hoy día.

En solo el mes de abril el desempleo se disparó hasta el 19,8%, desde un 12,6% a fin de marzo, cuando ya se empezaban a manifestar los efectos del confinamiento obligatorio. Las empresas con muy bajo margen de liquidez (el oxígeno disponible), han debido sacar mucha gente al desempleo. Y aún así, muchas han quebrado (ejemplo: Latam, Avianca…a Ley deQuiebras en EEUU). Y ayer, el Banco de la República, muy preocupado por la situación, bajó la tasa de interés a un 2,5%, nivel nunca alcanzado desde que se mide este indicador. Las expectativas de caída del PIB van más o menos de un 2 a un 10% en 2.020.

Entiendo que aquí solo hay algo por hacer: inyectar cantidades ingentes de recursos a la economía, para evitar o paliar el efecto de quiebras por todas partes. Y especialmente, para evitar una gran crisis social (detrás del desempleo viene la pobreza, y detrás, el hambre…y detrás, la revuelta social, tan ansiada por los populistas). Y para inyectar grandes recursos no hay otra vía diferente al endeudamiento. El Gobierno no tiene más opción (para peor, gran fuente de ingresos para el país es el petróleo, cuyos precios están aún muy bajos, a pesar de alguna recuperación reciente).

Y la deuda la pagaremos todos, en algún grado u otro. Se llama Impuestos. El problema será que una vez pase la emergencia sanitaria y las cosas vuelvan a la “nueva normalidad”, seguiremos pagando altos impuestos por muchos años. Es como ir a un restaurante de lujo, y pedir vino, platos sofisticados, postres, etc. Terminada la comida aparece el mesero con la cuenta. Con la barriga llena uno sorprendido dirá: “pero quien pidió todo eso…está carísimo, yo no voy a pagar semejante robo”.

El ambiente es muy incierto. Me parece que en abril se tocó fondo. Probablemente mayo pueda ser algo mejor. Y quizá después de junio y julio, empiece una muy gradual recuperación. Pero pasará mucho tiempo hasta que llegue la solución a la crisis, que parece depender de la aparición de la tan anhelada vacuna. Solo la ciencia nos sacará de este lío. Pero se va a tardar. Así que todo parece girar en torno a lograr llegar a la orilla. Como el náufrago que queda en la mitad del mar y a varias millas de la playa, tras el hundimiento del barco en que viajaba. Solo le queda nadar y nadar, así se canse, hasta lograr llegar a la orilla.

Por último, lo interesante es ¿Qué aprenderá la humanidad con este tsunami que de repente nos dañó “las plácidas vacaciones en una paradisíaca playa” (por cierto, el inicio de 2020 pronosticaba un buen año)?

¿Seremos más frugales? ¿Ahorraremos más, y dejaremos un poco un consumo desorbitado e innecesario? ¿Nos endeudaremos menos (la deuda es la soga en el cuello que si las cosas se ponen adversas, alguien aprieta y nos asfixia)? ¿Seremos mejores consumidores (por ejemplo, productos más amistosos con el planeta)? ¿ Redefiniremos lo que es la riqueza, desplazándola un poco del eje material y del estatus? ¿ Daremos más importancia a la salud pública? ¿Haremos de la disciplina social un baluarte que muestra su valor en momentos como la crisis actual?

Muchos interrogantes. Pero solo uno en el fondo: ¿mostrará esta crisis que el Homo Sapiens si es Sapiens? Caray, confieso que a veces uno no está tan seguro.