En blog previo describía los inicios de la cuarentena obligatoria a la que nos vimos sometidos los ciudadanos de muchos paises en el mundo, en diferentes momentos. No había mejor opción, a pesar de los altísimos costos que se vislumbraban para la economía. Un brusco cambio en el entorno, que la humanidad hacía mucho no había tenido que vivir (quizá la última vez fue un siglo antes, con la Gripa Española, que entre otras, no fue originaria de España). Y así, ‘Juan Pueblo’ se ve de repente obligado a una muy larga estadía en casa, y tiene que aprender a vivir en el confinamiento.

Muy gradualmente el pánico inicial va dando paso al miedo y la incertidumbre. En la medida que empiezan a pasar los días, se va produciendo una especie de habituación. Sin duda persiste el temor al contagio. Pero ya protegido por el aislamiento, Juan Pueblo empieza a dimensionar la nueva situación, y a preocuparse por temas como ¿cuanto durará esta pandemia? ¿qué pasará con la economía? ¿cuándo se recuperará? En la medida que ve que las empresas sometidas a tan salvaje cambio en el entorno van quedándose sin flujo de caja y empiezan a despedir personal – cuando no, pactar licencias no remuneradas o bajas en el salario, Juan Pueblo empieza a temer por su empleo. Empresas que empiezan a quebrar; sectores que de un momento a otro se van a pique (por ejemplo, las aerolíneas, los hoteles – incluso el disruptivo Airbnb, que puso a estos últimos a temblar; los restaurantes; todo lo que está ligado al turismo; el sector del espectáculo; etc, etc. etc). La confianza del consumidor se desploma. Probablemente , Juan Pueblo acude a sus ahorros, cuando los tiene, o a las tarjetas de crédito, para su subsistencia inicial. La prioridad es aguantar el confinamiento, que entre otras, se va estirando cada 15 días, buscando aplanar la curva de contagios y garantizar una mínima respuesta del sistema de salud para cuando vengan los picos en la curva de contagios.

Así, Juan Pueblo se interna en casa, y empieza a adaptarse a una forma de vida en alto grado desconocida. Este profundo cambio en el contexto lo lleva a tener cambios en su comportamiento, que traen cambios en sus patrones de consumo. Estos, según las firmas consultoras expertas, son muy parecidos en todas partes.

Ante todo, Juan Pueblo adopta hábitos más saludables. Busca rutinas de ejercicio en casa, ya que clubes, gimnasios, parques y demás, están cerrados. Toca entrenarse en casa, y Juan Pueblo opta por bajar rutinas de entrenamiento, por ejemplo, por You Tube. Cuando puede, compra o alquila equipos (a los gimnasios que buscan sobrevivir con ingresos de este estilo).

Ya no puede ir a comer a restaurantes. Juan Pueblo (re) descubre el placer de cocinar. Aprende por las redes sociales (You Tube, amigas que saben cocinar y transmiten el conocimiento, etc). Cuando no cocina, pide a domicilio (especialmente pizzas o similares). Pero este cocinar en casa dispara las compras de alimentos. Y así, se da el boom de los domicilios, y el Ecommerce. Las empresas productoras se apresuran a ponerse al dia, a la brava por subirse tarde a la ola, con esta tendencia que parece que va a crecer mucho.

Juan Pueblo ya no puede ir a cine, al estadio, al teatro y demás. Pero descubre en el streaming un muy buen sustituto (y así, proveedores de contenido disparan sus ventas, como por ejemplo, Netflix). Por otro lado, Juan Pueblo es “social hasta la médula“; le hace falta el contacto social, que tiene en la oficina, el club, la universidad, etc. Y encuentra que puede hacer reuniones, celebrar cumpleaños, incluso despedir seres queridos, utilizando las plataformas que unen vía internet a las personas. Crecen así Zoom, Google Meets, Microsoft Teams, y demás.

Y se da el boom del teletrabajo. Basado en estas plataformas. Juan Pueblo descubre que termina quizá trabajando más. Asiste a múltiples reuniones de trabajo, con camisa y corbata, pero seguramente con el pantalón de pijama; solo tiene que cuidarse de que nadie se de cuenta.

Las universidades, centros de pensamiento y similares, ponen al servicio gratuitos webinars, conversartorios, cursos, etc, de todo tipo. Juan Pueblo aprovecha para aprender, mantenerse bien informado y entender la coyuntura que atraviesa.

Y niños y jóvenes descubren que el confinamiento no implica largas vacaciones. Las plataformas virtuales se encargan de hacerle ver que aquello de las tareas, los parciales y demás, sigue. No le toca ir al colegio, pero sí estudiar. La parte agradable de estas actividades se queda para las plataformas virtuales (la interacción con los amigos, la búsqueda de pareja…), pero “no es lo mismo”.

A pesar de todo, Juan Pueblo no pierde el gusto por lo lúdico. Está en casa. Redescubre un poco su familia y los amigos. Y vuelven los juegos de mesa (de lo más vendido pasan a ser juegos de mesa como el Monopolio). Incluso, descubre que puede jugar parqués (parchis) en forma virtual, con amigos o familiares que están, bien sea en la misma casa o al otro lado del planeta. Y se divierte.

Sin embargo, se aburre también un poco. La vanidad la debe dejar de lado, pues no hay peluquerías o salones de belleza. Tampoco puede ir de compras, a buscar esa ropa que tanto le gusta comprar. Los centros comerciales están cerrados. Los grandes almacenes también. Toca esperar, pero igual da, mejor ser cauteloso en el gasto en esta coyuntura.

Como consumidor, Juan Pueblo se ha vuelto más cauto. Como quiere evitar el contagio, y dadas las complicaciones para salir a las tiendas (pico y género, pico y cédula, toques de queda en algunas partes donde la disciplina no ayuda a detener el contagio, restricciones de acceso a los supermercados, complicados protocolos de salud), opta muchas veces o por ir menos a la tienda pero comprar más cada vez que va, o por abastecerse mejor (por ejemplo, compra de enlatados o comida de más larga fecha de vencimiento); o, por ir a tiendas de barrio o pequeños supermercados, donde hay buen surtido pero donde es menos complejo el acceso. Como al principio del confinamiento, cuando se sobreabastece, sigue dando prioridad a categorías como alimentos, productos de aseo y limpieza. Aún el temor al contagio es muy fuerte. Por eso prefiere pagar vía online, a usar el riesgoso efectivo (por el contagio). Además, como algo sorprendente, una categoría que exhibe buenas ventas pasa a ser la del “auto consentimiento”: Juan Pueblo en todo caso está fuera de su zona de confort, y necesita cosas que le den “energía emocional”; aumenta así la compra de productos como los chocolates o los vinos. Juan Pueblo se cuida, y si puede, se consiente.

Mientras, ¿qué está pasando en la economía? Empieza a verse claro que el remedio es violento. El “corazón de la economía” dejó de latir. “No llega sangre a las extremidades…el cuerpo está fuertemente amenazado”. Casí que se corre el riesgo de haber cambiado “no morirse de Covid para morirse de hambre”. Se disparan los niveles de pobreza. El nivel de desempleo asusta. Se asoma un fenómeno muy complejo: el aumento de la inequidad social. Los sectores sociales van a padecer el efecto de la pandemia diferencialmente: los más pobres seguirán pobres, pero con más hambre; los más ricos seguirán siéndolo, incluso más que antes. Y la clase media, tan fundamental en la cohesión social y en el consumo, se verá fuertemente amenzada. ¡Tanto que le costó subir peldaños de la escalera social, para tener que bajarlos abruptamente!

¿Y el retail, las tiendas? Los más grandes buscan adaptarse lo más rápidamente posible a esta nueva coyuntura, aprendiendo de lo que ha ido pasando en otras partes, tan solo con pocas semanas de diferencia. Se van ajustando a protocolos de atención muy exigentes, que restringen el acceso del consumidor a las tiendas. Los Hard Discount (tiendas de descuento: D1, Ara, Justo & Bueno) siguen siendo grandes ganadores. Muchos distribuidores cierran en las primeras semanas, o atienden por teletrabajo. Las tiendas de barrio se mantienen en muchos casos abiertas, aprovechando que el comprador da preferencia a la cercanía (entre otras, por las restricciones de movilidad); pero también se apalanca en los domicilios. Este, un gran ganador; baste un ejemplo: Rappi colapsa el Día de la Madre. La magnitud de pedidos desborda cualquier previsión.

Y así, gradualmente, Juan Pueblo se va adaptando al confinamiento. No tiene opción, pero va encontrando cosas que le gustan. Y muy despacio, con mucha prudencia, el gobierno y los mandatarios locales, van reabriendo sectores de la economía. Y esta empieza a reactivarse. Después de la catástrofe de abril, y por esta liberación gradual y por la inyección de liquidez a la economía y las ayudas gubernamentales a sectores menos favorecidos, la economía empieza a mostrar signos de que va saliendo muy despacio del marasmo.

Dejaré para otro blog lo que compete a la salida gradual del confinamiento, y especialmente a las grandes preguntas que muchos se plantean: ¿cuantos de estos cambios en el comportamiento y el consumo, van a persistir cuando pase la pandemia, cuando aparecza la anhelada vacuna? Hay dos puntos de vista diferentes: uno plantea que los cambios que vemos son debidos (y sostenidos por) las circunstancias y que al pasar estas, desaparecerán. El otro plantea que habrá cambios de fondo, que han llegado para quedarase. Ya analizaremos un poco este tema, sumamente complejo. Nadie tiene aún la bola de cristal.